La fase lútea es crucial en el ciclo menstrual femenino, preparándose para la gestación y culminando en la menstruación si no hay embarazo. La progesterona, secretada por el cuerpo lúteo, domina esta fase al preparar el endometrio para la posible implantación del embrión.

La fase lútea sigue a la ovulación y precede a la menstruación, siendo el período postovulatorio del ciclo menstrual. El cuerpo lúteo se forma a partir de los restos del folículo vacío después de la ovulación, secretando progesterona y estrógeno. Si no hay embarazo, el cuerpo lúteo degenera en 11-14 días, disminuyendo los niveles de progesterona y estrógeno, lo que puede causar síntomas premenstruales.

En el útero, durante la fase lútea, el endometrio se vuelve secretor bajo la influencia de la progesterona, preparándose para la implantación. Si no hay embarazo, la disminución de las hormonas provoca el desprendimiento del endometrio, marcando el inicio de la menstruación y un nuevo ciclo menstrual.

La duración media de la fase lútea es de unos 14 días, siendo más estable que la fase folicular. Su comienzo depende de la ovulación, que puede variar entre ciclos menstruales. Métodos como la observación del moco cervical, la medición de la temperatura basal corporal y los test de ovulación ayudan a estimar la ovulación.

La insuficiencia de fase lútea, caracterizada por bajos niveles de progesterona, puede dificultar la implantación y llevar a problemas de fertilidad o abortos. Los síntomas incluyen menstruación irregular, fase lútea corta y dificultades para concebir. El diagnóstico se basa en análisis de progesterona y biopsia endometrial. El tratamiento puede implicar cambios en el estilo de vida o la administración de progesterona, hCG o gonadotropinas según la situación.