La reducción embrionaria es un procedimiento médico que se realiza en embarazos múltiples para reducir el número de fetos, generalmente de trillizos o más, con el objetivo de mejorar la salud tanto de la madre como de los bebés restantes.
Este procedimiento puede ser necesario debido a los riesgos asociados con los embarazos múltiples, como el retraso de crecimiento intrauterino, el parto prematuro y complicaciones cardiovasculares. Además, hay consideraciones económicas y psicológicas, ya que algunas familias pueden no sentirse capaces de cuidar a múltiples bebés.
La reducción embrionaria se realiza generalmente entre las semanas 10 y 13 de embarazo y se basa en una serie de factores, como la viabilidad y la salud de los fetos. Esto permite considerar la posibilidad de autorreducción natural de embriones durante el primer trimestre, la capacidad de detectar características fetales y malformaciones en una ecografía realizada a las 12 semanas, así como la opción de realizar pruebas prenatales no invasivas. Además, se requiere determinar si el embarazo es monocigótico o bicigótico y si los fetos comparten la placenta. La evaluación de estos factores permite al ginecólogo tomar una decisión informada sobre cuál o cuáles fetos deben eliminarse para preservar la viabilidad de los demás. Después de la embriorreducción, los fetos eliminados se reabsorben en los tejidos del útero.
El procedimiento puede realizarse por vía vaginal o abdominal e implica la inserción de una aguja guiada por ecografía a través del abdomen de la mujer hasta el feto que se desea eliminar, seguido de la inyección de una solución de cloruro potásico en el tórax del feto, que detiene inmediatamente su actividad cardíaca. Existen dos tipos de reducción embrionaria:
- Selectiva: se elige al feto menos desarrollado o con defectos congénitos evidentes.
- No selectiva: se selecciona al feto más accesible para la inyección.
Aunque el procedimiento aumenta las posibilidades de supervivencia de los fetos restantes, no está exento de riesgos, como aborto espontáneo, parto prematuro, infección ovular o intraamniótica, hemorragias y consecuencias psicológicas. Estos riesgos aumentan con el número de embriones a reducir y la etapa del embarazo en la que se realiza la embriorreducción. En general, tomar la decisión de someterse a este procedimiento es difícil para los padres, y se recomienda buscar asesoramiento médico y apoyo psicológico para tomar la decisión adecuada.