El Virus del Papiloma Humano (VPH) es una infección de transmisión sexual que se propaga por contacto directo durante las relaciones sexuales. Aunque a menudo es asintomático, puede tener consecuencias graves, como el cáncer de cuello uterino. El VPH es la ETS más común, afectando aproximadamente al 75% de la población sexualmente activa, especialmente entre los 15 y 25 años.
Existen más de 200 tipos de VPH, pero solo alrededor de 40 se transmiten sexualmente. Se dividen en bajo riesgo, causantes de verrugas genitales, y alto riesgo, relacionados con varios tipos de cáncer, principalmente cervical. Los tipos 16 y 18 son los más comunes de alto riesgo.
La transmisión del VPH ocurre durante las relaciones sexuales sin protección, abarcando vaginal, anal y sexo oral. Aunque muchas infecciones son temporales y desaparecen espontáneamente, algunas pueden causar verrugas genitales o, en casos graves, cáncer, incluyendo cervical, anal, de orofaringe, vaginal, vulvar y peniano.
La detección temprana es clave, y las pruebas como la citología vaginal (Pap) y el cribado de VPH son fundamentales. Estas herramientas han contribuido a reducir las muertes por cáncer cervical. Se recomienda realizar revisiones ginecológicas anuales desde el inicio de la actividad sexual.
La prevención incluye el uso de métodos anticonceptivos de barrera y la vacunación. Actualmente, existen tres vacunas (Cervarix®, Gardasil®, Gardasil®9) que protegen contra los tipos 16 y 18, responsables del 70% de los casos de cáncer cervical. La vacunación se recomienda entre los 9 y 45 años, siendo más efectiva antes del inicio de la actividad sexual.
Aunque estas vacunas son cruciales, no ofrecen protección completa contra todos los tipos de VPH relacionados con el cáncer cervical, por lo que las pruebas de detección periódicas son necesarias incluso después de la vacunación.